La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Algunas, afortunadamente, muy agradables. Cuando en 2012 se anunció que Ovidi y Álvaro Tormo dejaban de formar parte de Los Perros del Boogie, una de las mejores formaciones empeñadas en defender las sagradas escrituras del rock & roll de toda la vida, saltaron todas las alarmas. Tras ponerles las cosas difíciles a los mismísimos AC/DC, a quienes precedieron en uno de sus conciertos en nuestro país, cuando ya se intuía que la plaga del mal llamado indie amenazaba con arrasar con todo lo que se pusiera por delante, una de las reservas espirituales de la Iglesia del Rock decía adiós. Pero ahí estaba el paso adelante de nuestros dos héroes: nueva base rítmica, miles de kilómetros montados en una furgoneta actuando en clubs de pequeño aforo, rodando las canciones que dieron forma a su primer álbum homónimo. Año 2013. Y como las rodaron…
Cuando apareció Los Zigarros (Universal), muchos respiraron aliviados. Ahí seguían, mejorados, esos riffs, esa chulería, esas letras engañosamente directas y esa actitud de vamos-a-aplastarte. Y lo hacían. Producido por Carlos Raya, en su interior se sucedían temas con aroma a himno. Incitaban a no perderles la pista, y tras cerca de dos centenares de conciertos (¿quién en su sano juicio sigue apostando por tocar noche tras noche, sin descanso, en un momento en que el rock parece no interesar?) confirmaron todo lo bueno apuntado en A Todo que Sí (Universal, 2016). Ya eran una máquina perfectamente engrasada, su repertorio crecía sin mácula, y recibieron el premio de llenar recintos… y abrir para sus adorados The Rolling Stones (existen fotos juntos, pero son secreto de sumario). No les tembló el pulso, lo dieron todo y siguieron aumentando la base de seguidores incondicionales.
Convertidos en relevo generacional, respetando a sus mayores pero decididos a mirarlos de tú a tú, trabajaron de nuevo junto a Carlos Raya y el resultado fue Apaga la Radio (Universal, 2019). Ahí ya nadie desconocía sus armas, su aplomo, su facilidad para componer e interpretar canciones redondas y directas. Hacían que pareciera sencillo lo que en realidad es sumamente complicado: mantener con vida la filosofía de huir de los virtuosismos gimnásticos para buscar el contacto directo con su audiencia. Y, ojo, podrían tocar como virtuosos…
Si los discos en directo suelen asociarse al fin de una etapa, al inicio de un periodo de reflexión, ellos no trasmitieron esa sensación. ¿Qué Demonios Hago yo Aquí? (Universal, 2020) inmortaliza parte de lo ocurrido sobre el escenario del Circo Price madrileño, en el que agotaron las entradas disponibles dos noches consecutivas para regalarse, y regalar, un auténtico festín de rock en estado puro junto a amigos como Fito Cabrales, Aurora García, Ariel Rot, Leiva, Carlos Tarque y su productor Carlos Raya, entre otros.
Tras el parón forzoso por motivos de sobras conocidos, Ovidi y Álvaro, junto a los infalibles Adrián Ribes a la batería y Nacho Tamarit al bajo, volvieron a lo suyo. A componer, a tocar ante sus seguidores, cada vez más numerosos e incondicionales, a la que tenían un escenario a tiro.
Prometen novedades en breve. Ya mismo. Provocando vértigo a raudales, como cuando te asomas a un acantilado y ante ti se abre un infinito abanico de posibilidades.
Keith Richards, no podía faltar cuando se habla de Los Zigarros, afirmó hace años que el mejor consejo era no dar consejos. Por una vez, y sin que sirva de precedente, llevémosle la contraria. Los Zigarros. Totalmente aconsejables.
ALFRED CRESPO
RUTA 66
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